En Abril de 1953 aparecieron publicadas en la revista Nature dos pequeños artículos firmados por dos jóvenes investigadores, el norteamericano J.D. Watson y el británico F.H. Crick.
Los artículos proponían un modelo estructural para una molécula hasta entonces enigmática y polémica, presente en todos los seres vivos y que respondía al enrevesado nombre de Ácido Desoxirribonucleico. Afortunadamente, este nombrecito se abrevió en tres letras, ADN para los hispanohablantes, DNA para los anglosajones.
Hay veces que un hecho marca el inicio de una nueva época, abre nuevas puertas y conduce a caminos hasta entonces desconocidos.
La publicación de los artículos de Watson y Crick fue la señal de salida para una nueva ciencia, o subciencia, la genética molecular. Algo que ha traido cola, cincuenta y tantos años después, y que seguirá haciendolo durante en el futuro, sin duda.
Las repercusiones de los avances científicos se hacen sentir al cabo del tiempo, no de forma inmediata. Y la dilucidación del modelo estructural del ADN, en esa elegante doble hélice, ha traído y traerá repercusiones de toda índole en la vida cotidiana.
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