"Yo Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro.
No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo del porvenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y pérdidas que el vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la esperanza de la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros."



Ese fue el problema, a mi juicio de este hombre. Otras novelas suyas (recomiendo El Etrusco) abordan distintos periodos de la historia algo más reciente (el crepúsculo etrusco, el auge turco, la caída de Constantinopla) y son buenas obras. Te metes dentro del pellejo de los protagonistas. Sin embargo, se deja entrever un mismo planteamiento para los personajes principales. Siempre hay un narrador, en primera persona, más bien escéptico, algo simple y despegado de la vida mundana, un amigo fuerte y animoso, una mujer que acarrea desgracias, enemigos poderosos sin escrúpulos, maquiavélicos, triunfadores. Repito, no es mala lectura, al contrario. Todos sus libros tienen el aroma de un vino dulce qiue al final nos deja sólo con los posos amargos de desilusión Pero repetir el mismo esquema (más o menos camuflado) hace que al tercer o cuarto libro confundas a Sinuhé con otros tantos antihéroes bizantinos, etruscos, francos, romanos, turcos... que aparecen contando casi lo mismo en otras novelas. (aunque adivinar, descubrir ese casi ya vale ,muy mucho, la pena de leer sus libros)...
" Me he quedado despierto para escribir. A ratos he cerrado los ojos y apoyado mi ardiente frente sobre mis manos. Pero el sueño no se apiadará de mí. A través de mis fatigados párpados veo su belleza, su boca, sus ojos, cómo sus mejillas arden cuando las toco con mis manos, cómo me atraviesa una deslumbrante llama cuando acaricio su piel desnuda. Nunca la he deseado tan desesperadamente como ahora, cuando sé que la he perdido. " (El Angel Oscuro-El Sitio de Constantinopla)
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