Lo que sigo sin comprender muy bien es por qué hay que disfrazar a la niña de asturiana cuando se la quiere pasar por pastorcita.
Gracias por mantenerse atentos a la pantalla y visitar este blog de cuando en cuando.
Desde la genética a las chapas, de las piscinitas montables a la cervecita, de los niños y sus dibujos, de cómics y totodilos....
Acabado el post anterior me topé con heart-in-tears. A pesar del título, la autora escribe (y siente) en francés. Este idioma me devuelve a tiempos pasados, a la infancia y la adolescencia en un colegio donde, en un principio, el único idioma extranjero que se podía cursar era ese. Poco más tarde llegó el inglés, arrasándolo todo. A mi eso no me tocó, ya digo, y mi dominio de la lengua anglosajana es absolutamente nulo, aparte de poder traducir algún texto científico con el diccionario en la mano y poco más. Tampoco se puede decir que domine la lengua de Moliére y Descartes, ni muchísimo menos. Lo poco que sabía, que no era tanto, lo he ido olvidando. Eso sí, me queda una cierta simpatía por el idioma, un cierto reconocimiento de algo ancestral cuando me encuentro accidentalmente con él, algo así como la familiaridad que se tiene cuando uno se encuentra con una pariente que hace años que no ve. Y no sé si es por eso o porque, además, este idioma tiene una sonoridad especial, una cadencia musical innata, que cuando leo cosas como ésta:
O esta otra:
O esto otro más:
Je meurs dans les bras de mon fidéle amant
Et ..
C'est dans cette mort que je trouve la vie.
Me llega directamente a cierta fibra sensible que tenía adormecida.
Y si bien no conozco el significado de todas y cada una de las palabras, soy capaz de leerlas y escucharlas por dentro y , pienso, de comprender el significado profundo de la frase, un significado que tiene más que ver con esa sonoridad extraña y remotamente familiar que con la traducción literal de las frases....
Preguntar por Watchmen, Flash Gordon, Mort Cinder, La Casa Dorada de Samarcanda, la Doom Patrol, Corto Maltés en Siberia o Paracuellos me parece que tendrá como resultado el asombro y pasmo del librero ante unos títulos de los que jamás habrá escuchado ni nombrado. Pruebe entonces el deventurado lector por Moore, Raymond, Oesterheld, Pratt, Breccia, Morrison, Foster, Miller, Kirby o Gibbons y obtendrá una cara de asombro aún mayor, y se verá observado como un extraño animal en vías de extinción. O como un desequilibrado de la peor especie, si no algo peor....
Curioso: perdimos el kiosco pero no ganamos la Librería.
En el fondo, quizás, esto de los cómics es sólo para frikis nostálgicos, personas que se disfrazan de Batman o Spiderman en carnavales y que no hay que tomar demasiado en serio. Total, lo que hacen es leer tebeos...a su edad.
Porque eso es otra.
No conozco si existen estudios de mercado sobre ese hipotético destinatario del tebeo pero me temo, por lo que leo en Internet y lo que veo en las Aulas, que el lector de comics de hoy resulta ser, en la mayoría de los casos, varón, de más de treinta (y cuarenta años), con cierto nivel de estudios y cierto nivel económico. No sé si existen esos estudios de mercado pero lo cierto es que una parte importante de lo que se edita parece destinado a ese hipotético lector treintañero largo o cuarentón que quiere recuperar unas lecturas algo olvidadas o a las que no pudo acceder en su día. Y que, aún a pesar de los precios a veces sin sentido, dispone de los medios económicos para acceder a unas obras que salen por un pico. Por medio, lo malo, es que nos podemos dejar una generación que va a crecer sin conocer este medio, sin saber valorarlo y disfrutarlo. Y eso es una lástima.
Me parece a mi, vaya.
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