martes, 20 de junio de 2006

El Fútbol es una metáfora...

El fútbol es una metáfora de la vida. Se habrá dicho muchas veces, seguro, pero hoy a mi me lo parece más que nunca. Es un espejo donde reflejamos nuestras ansias y nuestras espectativas. Es como la vida, a veces. Hoy me parece que así lo ha sido. Será porque no sigo ni la Liga ni la Champions y no veo más que algunos partidos a lo largo del año. Pocos. Ahora, eso sí, el Mundial, es otra cosa. Es fútbol en estado puro, a veces, claro. Hoy puede que lo haya sido. No sé. Lo cierto es que la capacidad de sugerencias, de símiles con la vida real, de extracción de conclusiones, de moralejas, de cualidades de mito, hoy sí que han aparecido. Tampoco soy un forofo de la Selección. Ni me pinto la cara con el rojo y el amarillo, ni salgo a la calle a tocar un bombo. Está uno tan escarmentado, nos han dicho tantas veces que somos los mejores, que no hay que acomplejarse que podemos vencer a cualquiera y luego no pasamos de Semifinales ( y perdemos con Corea o con Nigeria), que ya he aprendido a guardar un prudente y distanciado escepticismo sobre las posibilidades reales del equipo nacional.

En fin, hoy el partido ha sido magnífico por eso que decía de las similitudes con la vida. Y no es por ponerse trascendentes, pero es que en este juego hay algo más que veintidós tíos detrás de una pelota, como dice mi suegro. Hay enseñanzas y moralejas. Falsas, ilusorias, por supuesto, pero que a veces nos consuelan. Como ejercicio psicológico, desde luego, ha sido magnífico.

A los ocho minutos, Túnez, una Selección de segunda, una perita en dulce, un paseo militar, va y nos hace un gol. Jarra de agua fría a los que ya habían lanzado las campanas al vuelo tras el espejismo del 4/0 ante Ucrania. Una cura de humildad, una penitencia ante la soberbia de creerse los mejores. Durante el resto de la primera mitad, intentos fallidos, uno tras otro. Mientras, corrían los minutos. El ligero optimismo del principio (bueno, vale, enseguida les empatamos y luego remontamos el partido) fue dando paso al pesimismo de siempre, y a constatar las espectativas tan magníficas que pintaban antes del partido, con la cruda mediocridad a la que estábamos acostumbrados.

Acabó el primer tiempo. Empezó el segundo con lo mismo. Resulta que los contrarios también saben jugar y si han llegado hasta aquí es que también saben darle al balón y , sobretodo, saben cuidar el marcador cuando va a su favor. Oportunidades hubo, pero faltaba una pizca de magia, la magia del gol. Sí, vale, me he contagiado del estilo de los comentaristas deportivos. Por cierto, menos mal que esta vez no está Michel al lado del micro, que si no me voy a la cama a las diez. Otro paréntesis: es muy difícil concentrarse en el partido con dos niños, uno de 6 y otra de 3 (y medio) en el sillón dando botes, comentando jugadas y poniéndose los pies una en la cabeza del otro. Y mira que cuando está Kiterechu yo no abro la boca. Vamos, ni yo ni nadie, que Kiterechu en esta familia es sagrado. Así que, soluciones contundentes: descanso, ducha, y a la cama o a la cuna, según su edad. Eran las diez, y no era cuestión de tenerlos despiertos hasta las y pico.

Volvamos al partido. Iba ya por la segunda cerveza. Se estaba volviendo tan aburrido, que uno perdió la fe y la esperanza y zapeó a otras cadenas. Total, lo de siempre, lo del otro día un espejismo, hasta Túnez puede con nosotros.

Al rato, un cohete, un estampido. Eso, en mi pueblo, es señal inequívova de Romería (que no eran horas) o de Gol,Gol,Gol, Gol de ESSSSPaña. Zapeo. Sí. Sííííííííí......
Increíble.
Gol de Raúl, nada menos que de Raúl.
Tras el sufrimiento, de la larga travesía por el desierto, resulta que quien nos saca del marasmo es el Hijo Pródigo que regresa, el que tantas alegrías y desengaños nos ha dado en los últimos tiempos, el ídolo postergado por el Entrenador, que se redime y nos llena de esperanza. Increíble, como el fútbol. Ya dije, una metáfora de la vida.

¿Que aún no están de acuerdo?.
Vale.
A los pocos minutos, un pase largo, una larga carrera que burla a los defensas, un control del balón realizado de forma impecable, un toque justo para eludir al portero y segundo gol. Remontada del nuevo ídolo, del joven que ahora despunta, del relevo, del jugador del equipo rival de toda la vida, del magnífico Torres.
Épico. Más metáfora, imposible. Vamos, digo yo.
Por último, un penalti , por fin los árbitros pitan a favor nuestro. Y marca otra vez el “Niño”, a punto estuvo el portero de detenerla, llego a tocarla incluso, pero era imparable. Cosas del Destino. Sigo pensando que el fútbol, a veces, es una metáfora de la vida, un espejismo en el que vemos reflejadas nuestras aspiraciones, esfuerzos, contratiempos y desdichas. Humildad, sufrimiento, redención, adoración, magia. Todo en noventa minutos.

En fin, mañana que veo a un compañero que es del Atleti (no pregunten, Atleti sólo hay uno) tendré que darle la enhorabuena. Seguro que lo habrá disfrutado como nadie: Torres y Luis Aragonés por fin en lo más alto.

Ya veremos como acaba esto, pero, por de pronto, hoy he disfrutado como pocas veces. Lo que venga después no nos puede amargar este momento.

Saludos y perdón por el entusiasmo.

3 comentarios:

Redivivo dijo...

Ufffff.... ¿tu te imaginas esto con Michel haciendo los comentarios?.
Podría haber sido èpico, mejor no pensarlo.
Y el partido, pues bueno, yo que tampoco soy nada futbolero, la verdad que me lo pasé bien, sobre todo despues del empate, para que engañarnos, jejeje.
Y es que aquí somos muy dados a los extremos.

LazyGirl dijo...

Buf...

Futbol!

Juan Antonio del Pino dijo...

sí...fútbol y metafísica...aunque no lo parezca, a veces van unidos.
Y fue un partido para hacer afición, la verdad (menos mal, menos mal,que no lo comentó el plomizo de Michel). Aunque, claro, a veces es como en los cómics, que el que lleva años leyendolos coge más referencias y lecturas ocultas que el que empieza de nuevo.