Soy profesor.
De Ciencias.
No hace falta saber más. Esa faceta creo que no me define por completo, o lo debería hacer sólo lo justo en el sentido de encuadrarme en un grupo profesional como otro cualquiera. Con sus tópicos más o menos acertados y sus leyendas urbanas más o menos falsas.
El colectivo al que pertenezco tiene una merecida fama de sufrido (pienso que, a veces, también, pecamos un tanto de victimistas). Debe ser por imaginarse en meterse solo en una jaula con veinte leones sin amaestrar sin más arma que una tiza y no morir en el intento ni sufrir heridas excesivamente graves, en sucesivas sesiones de una hora durante una jornada normal.
Un trabajo un poco de locos auqnue hay quien le ve sus compensaciones...
Efectivamente:
la primera, muy importante, es que te pagan todos los meses y
la segunda, la que todos los que están leyendo esto han imaginado desde el momento que escribí la palabra profesor, es su tiempo libre (un compañero, más fino él, cuando le preguntan que por qué está en el gremio responde que por tres razones, y luego añade: Junio, Julio y Agosto. El chiste es antiguo, porque ahora sólo nos quedan sólo dos de estas razones).
Pero bueno, no quería yo hablar de eso ahora.
El caso que les vengo a presentar, verídico, me ha sucedido hoy mismo, viene a cuento de eso que ahora se llaman actividades extraescolares y que antes, menos pomposamente, se llamaban excursiones. Sacar los niños al campo para que les dé un poco el aire y, de paso, que algunos aprendan que no es lo mismo una encina que un alcornoque, aunque los dos den bellotas.
Hoy los he sacado al campo (nos ha llovido por cierto). La cosa no es tan sufrida como antaño, en que toda la actividad recaía en los lomos del profesor, que sustituía una jornada en el instituto por una jornada en el monte. Es decir, que le tocaba a él pensar la ruta, saberse qué se iba a ver en cada momento, y estar hablando todo el viaje como si en vez de un bosque mediterráneo tuviese la pizarra de siempre a la espalda. Hoy, al menos yo siempre que puedo lo hago, descargamos esa función sobre el terreno a monitores del lugar, conocedores de aquellas cosas que son pecualiares, interesantes, propias y únicas del sitio donde vamos a pasar el día. Y son buenos profesionales que conocen su oficio como ninguno.
Por eso, hoy, he descansado (si descansar es meterse entre pecho y espalda, de forma altruista, doce horas seguidas de trabajo) y me he puesto a mirar los toros desde la barrera. Lo primero que me ha llamado la atención es que algunos chavales hacían el mismito caso a estos monitores que me hacen a mi, es decir, ninguno. Eso me quita un peso de encima, lo reconozco, pero también me da que pensar
¿Será que a esas edades, 14-16 años, la mente de algunos no está preparada para recibir la información del mismo modo que yo? ¿por qué no es posible captar su atención, y su silencio, más allá de treinta segundos?¿por qué a esa edad, inevitablemente, a todos se les ocurren los mismos manidos chistes malos y gracias sin gracia?
Es un misterio. Me parece que no es un asunto de malas intenciones, estoy seguro que más de un engendro de estos habrá disfrutado, de verdad, de la excursión y que incluso habrá aprendido algo, alguna cosa, que antes desconocía. Estoy seguro. Entonces... ¿por qué siguen sin dejar acabar un discurso?¿sin apostillar algo a cada frase?
No sé.
A veces me pregunto si yo también fui un adolescente tan insufrible para mis docentes. Me pongo a rememorar, hago un ejercicio para ponerme en su lugar y ver si yo hubiera sido capaz de manifestar esos síntomas de mala educación o falta de ella, de no saber estar a la altura en ciertos momentos. Verdaderamente, creo que no lo hubiera hecho a ese nivel.
¿qué es lo que falla?
Quizá también es la percepción. Los casos que comento, si me paro a pensar, no son generalizables, aunque sí muy llamativos. De las treinta fieras que soltamos hoy en el monte, puede que no hubiese más de cinco tan impertinentes, el resto ha sido bastante más comedido y equilibrado.
.... en fin .....
Por cierto, hemos estado en el Aljibe, en Alcalá de los Gazules.
Visita que recomiendo.
Un trabajo un poco de locos auqnue hay quien le ve sus compensaciones...
Efectivamente:
la primera, muy importante, es que te pagan todos los meses y
la segunda, la que todos los que están leyendo esto han imaginado desde el momento que escribí la palabra profesor, es su tiempo libre (un compañero, más fino él, cuando le preguntan que por qué está en el gremio responde que por tres razones, y luego añade: Junio, Julio y Agosto. El chiste es antiguo, porque ahora sólo nos quedan sólo dos de estas razones).
Pero bueno, no quería yo hablar de eso ahora.
El caso que les vengo a presentar, verídico, me ha sucedido hoy mismo, viene a cuento de eso que ahora se llaman actividades extraescolares y que antes, menos pomposamente, se llamaban excursiones. Sacar los niños al campo para que les dé un poco el aire y, de paso, que algunos aprendan que no es lo mismo una encina que un alcornoque, aunque los dos den bellotas.
Hoy los he sacado al campo (nos ha llovido por cierto). La cosa no es tan sufrida como antaño, en que toda la actividad recaía en los lomos del profesor, que sustituía una jornada en el instituto por una jornada en el monte. Es decir, que le tocaba a él pensar la ruta, saberse qué se iba a ver en cada momento, y estar hablando todo el viaje como si en vez de un bosque mediterráneo tuviese la pizarra de siempre a la espalda. Hoy, al menos yo siempre que puedo lo hago, descargamos esa función sobre el terreno a monitores del lugar, conocedores de aquellas cosas que son pecualiares, interesantes, propias y únicas del sitio donde vamos a pasar el día. Y son buenos profesionales que conocen su oficio como ninguno.
Por eso, hoy, he descansado (si descansar es meterse entre pecho y espalda, de forma altruista, doce horas seguidas de trabajo) y me he puesto a mirar los toros desde la barrera. Lo primero que me ha llamado la atención es que algunos chavales hacían el mismito caso a estos monitores que me hacen a mi, es decir, ninguno. Eso me quita un peso de encima, lo reconozco, pero también me da que pensar
¿Será que a esas edades, 14-16 años, la mente de algunos no está preparada para recibir la información del mismo modo que yo? ¿por qué no es posible captar su atención, y su silencio, más allá de treinta segundos?¿por qué a esa edad, inevitablemente, a todos se les ocurren los mismos manidos chistes malos y gracias sin gracia?
Es un misterio. Me parece que no es un asunto de malas intenciones, estoy seguro que más de un engendro de estos habrá disfrutado, de verdad, de la excursión y que incluso habrá aprendido algo, alguna cosa, que antes desconocía. Estoy seguro. Entonces... ¿por qué siguen sin dejar acabar un discurso?¿sin apostillar algo a cada frase?
No sé.
A veces me pregunto si yo también fui un adolescente tan insufrible para mis docentes. Me pongo a rememorar, hago un ejercicio para ponerme en su lugar y ver si yo hubiera sido capaz de manifestar esos síntomas de mala educación o falta de ella, de no saber estar a la altura en ciertos momentos. Verdaderamente, creo que no lo hubiera hecho a ese nivel.
¿qué es lo que falla?
Quizá también es la percepción. Los casos que comento, si me paro a pensar, no son generalizables, aunque sí muy llamativos. De las treinta fieras que soltamos hoy en el monte, puede que no hubiese más de cinco tan impertinentes, el resto ha sido bastante más comedido y equilibrado.
.... en fin .....
Por cierto, hemos estado en el Aljibe, en Alcalá de los Gazules.
Visita que recomiendo.
3 comentarios:
Muy interesante tu relato, y bueno verlo desde la otra perspectiva, la del "profe" que tiene que estar frente a una clase. Al menos veo que corren con una ventaja con respecto a los docentes en Argentina, allí, por lo que dice tu relato, les pagan el sueldo todos los meses. De este lado de la orilla no suele suceder así.
El tema del "interés" en los jóvenes, es "todo un tema". Yo lo veo desde la perspectiva de "madre" ya que tengo hijos de variadas edades. Creo que todo el fenómeno socio cultural del momento incide. Vivimos en una sociedad que posee una psicología adolescente con medios de comunicación que lo único que hacen es enfermar cada vez más la cuestión. El tema es largo de tratar... pero si hay algo hermoso para rescatar es ese lugar bellísimo que nos regalas en tu ventana virtual.
Saludos: Bet
Desde hace poquito pertenezco a un grupo de actividades de la naturaleza.Las edades de los socios calculo que son desde los 25 a los 50 años. Leyendo tu post caigo en la cuenta que en ninguna de las actividades que he participado ( piraguismo, escalada, bajada de cañones, excursiones ) hayan participado chicos de esas edades...no se...quisiera pensar que es solo cosa de la edad ( edad del desinteres) No quiero ni imaginar un futuro con una sociedad preocupada solo por cosas superfluas...y me pregunto ¿ en que estamos fallando?
Un saludo grande.
Emma jean
Tampoco hay que darle más vueltas: tienen quince años y aún, me parece, no tienen claro qué es y qué no es importante en la vida. Y que una de las cosas importantes es respetar para ser respetado y la otra, no hables más de la cuenta o puedes quedar mal. Esas cosas termina uno por aprenderlas. Pero, ya digo, porcentualmente, resultaban una minoría que no acabo de explicarme qué es lo que buscaban cuando se apuntaron al viaje. Me quedo con que al menos, por un día, los he sacado de su ambiente normal en el pueblo y han visto algo distinto. En fin, penas de profe.
P.D.Hola Emma, tiempo hace que no apareces por aquí.
Bet, gracias por aparecer y decir algo.
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