domingo, 18 de noviembre de 2007

Una de barcos

La pasada semana me acerqué a la ciudad de Málaga. Allí todavía hacía verano y al llegar tuve que olvidarme del forro polar y quedarme en camiseta porque no es que hiciera calor, pero fresco, precisamente, tampoco. Un día luminoso y despejado, de esos días que le entra a uno la ansiedad de poder vivir cerca del mar y contemplar un horizonte sin límites. Creo que la gente que vive entre montañas, como es mi caso, sienten, siento, una nostalgia de esos espacios infinitos y esos días luminosos a la vera del mar.

Subimos hacia Gibralfaro y desde allí contemplamos el puerto, la ciudad, el horizonte azul y blanco. Ya antes de subir, desde abajo, se divisaban los palos y las cuerdas de un navío de vela, de los de antes. A medidad que íbamos subiendo se empezaba a ver un trozo más de puente, un cachito más de la popa, otra más del estribor ese y, por fin, alcanzamos a verlo por completo. Este mismo de aquí:




Desde esa altura era imposible ver el nombre del barco, aunque tenía mi presentimiento. Al llegar a casa, descargué las fotos del viaje en el ordenador y, más o menos como en Blade Runner (como avanza la tecnología) me puse a buscar en la imagen, ampliando, moviéndome de un lado a otro, volviendo a ampliar. Di con lo que buscaba:



No sé si se bien del todo. Creo que sí, que con un poco de esfuerzo (y buena voluntad) puede verse bien esto: Santísima Trinidad. Bueno, una réplica, porque el de verdad se hundió después de lo de Trafalgar. Fue apresado en la batalla, después de un combate feroz contra enemigos que le superaban en número. Sin embargo, los daños que recibió en el combate eran tantos y tan graves que acabó yéndose a pique a los pocos días, a pesar de los esfuerzos ingleses por conservar tan codiciada presa.
El Santísima Trinidad fue el mayor barco de su época. Un prodigio de ingeniería naval construido en los astilleros de La Habana, empleándose maderas preciosas en su construcción. Medía alrededor de 62 metros de eslora ( para entendernos, de largo) por 16 m de manga ( de ancho). El Escorial de los Mares.

Su réplica, en el puerto de Málaga, convertido en Museo, restaurante, sala de fiestas, donde por un momento, supongo, imagino, será posible evocar la emoción de cuando el mar se surcaba a golpe de viento en las velas. Lástima que no puede quedarme y probar. Queda para otra ocasión.

P.D. El HMS Victory, el buque insignia de la Royal Navy, donde cayó el Almirante Nelson, se conserva como Museo flotante en Porstmouth.
Arturo Pérez Reverte describe de forma pormenorizada y con alarde de documentación como fue aquella dura jornada en Cabo de Trafalgar.
En este enlace he encontrado más información sobre el barco, incluyendo planos del mismo escaneados de los originales (bajo permiso) del Museo Naval, y las instrucciones para intentar construir una maqueta fidedigna del navío.

4 comentarios:

BeTina dijo...

Bellísimo el Barco, muy bueno el relato, además de informativo.
Un placer navegar por estos mares, desde la otra orilla:
Bet del Mar

Juan Antonio del Pino dijo...

Gracias por el comentario.
Aprovecho ya para decir que lamento no publicar más a menudo pero (la excusa de siempre)últimamente no ando muy sobrado de tiempo.

BeTina dijo...

Ahora identifico tu Blog!! lo puse en mis marcadores... el del bello barco que tanto me llamó la atención. Me "sonaba" el avatar, pero no sabía identificar de donde.
Gracias por navegar en mis mares de "Instantes Eternos", saludos desde la orilla sur del planeta:
Bet.
P.D: Finalmente las nubes ganaron protagonismo en la noche y la luna llena se pudo ver sólo instantes, por allí como anduvo?? ; )

Juan Antonio del Pino dijo...

Pues aquí bien: salió como acostumbra a hacerlo, entre montañas.

P.D. Yo que pensaba toa la vida que estaba en el Sur y ahora resulta questoy en el Norte...
todo es realtivo