Ignacio Escolar comentaba hace poco en un post (Despreciar cuanto se ignora) lo que le había parecido un artículo de Javier Marías publicado en el Semanal de un periódico nacional de gran tirada y prestigio (Una región ocultamente furibunda).
En dicho artículo el señor Marías admite no haberse acercado a Internet hasta, literalmente, la otra tarde en que alguien le tuvo que prestar un ordenador para poder acabar uno de sus escritos, ya que no tenía a mano su herramienta de trabajo habitual en estos menesteres, la máquina de escribir. Sorprende, desde luego, que, a día de hoy, todavía algunos se aferren a determinadas tecnologías e ignoren por completo lo que muchos consideramos herramientas indispensables para el trabajo cotidiano. Comprendo el recelo hacia lo nuevo (aunque hablando de ordenadores personales eso de hablar de nuevo es cuando menos discutible) y, hasta cierto punto, admiro a aquellos que siguen románticamente aferrados a su vieja máquina de escribir que, también es verdad, jamás de los jamases manifestará los comportamientos inesperados, inusuales, caprichosos y , en ocasiones, catastróficos, del personal computer.
Decía que Javier Marías cuenta en su artículo cual ha sido su (casi) primera impresión de Internet. Nada halagüeña, por cierto:
"aquello parece una enciclopedia de vastedad incomparable, pero de calidad muy dudosa y variable"
Y, con matices, claro, habrá que darle la razón.
En Internet hay páginas maravillosas junto a muchas otras que no lo son tanto y al lado de algunas, incluso, realmente deleznables. Pero habría que aclarar que esto no es culpa del medio sino de que potencialmente cada ciudadano de este planeta con acceso a un ordenador y a la Red puede publicar lo que le venga en gana. Y humanos somos muchos, ninguno igual a otro y cada cual con sus ideas, conveniencias y prejuicios.
Cuando uno lleva un tiempo navegando en la RED (y no hace falta mucho ni tampoco ser un gurú de la informática para darse cuenta de ello) se hace su propio mapa en donde figurarán islas y mares tropicales paradisíacos y en este mapa iremos anotando dónde podemos encontrar galernas incontrolables y dónde escollos y arrecifes traicioneros. Se aprende relativamente pronto a reconocer los mares tranquilos de los embravecidos y, con el tiempo, se aprende también en qué puertos guarecerse cuando asoman nubes de tormenta. Más o menos igual que se hace cuando evitamos determinados programas de radio y televisión mientras que otros no los lo perderemos aunque tengamos que sacrificar otras actividades.
El grueso de la crítica de este internauta neófito ha recaído, y lo lamento, en blogs y los foros. Me permito citar sus palabras:
" Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados. No tantos en los blogs o foros en inglés. En esa lengua la gente es más propensa a emitir sus opiniones, a discutir civilizadamente, a pedir una información o aportar otra interesante y útil. En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda,..."
Yo, desde luego, no sé adonde habrá ido el señor Marías a investigar a Internet, en qué páginas y blogs ha recalado, ni quién lo ha guiado en su periplo on line de fin de semana, pero, desde luego y por lo que dice, se ha acercado a zonas y sitios a los cuales ni yo, ni muchos, solemos rondar. Me temo que, en su breve singladura, se ha quedado con lo más negativo, tremendista y apocalíptico de la RED. Es lo que pasa por navegar sin brújula.
Hay, sin embargo, una frase que compartiría si no matizara sus palabras con unos adjetivos que no puedo asumir y que resalto en negrita:
"...lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan."
Pienso que no es tan frecuente ni tan a menudo como dice. También parece que el escritor ha descubierto lo que considera una nueva especie digna de reposado estudio, que no resulta tan desconocida para los que llevamos algo más en esto ya que, incluso, la tenemos catalogada de hace tiempo: el maldito y mítico troll.
En dicho artículo el señor Marías admite no haberse acercado a Internet hasta, literalmente, la otra tarde en que alguien le tuvo que prestar un ordenador para poder acabar uno de sus escritos, ya que no tenía a mano su herramienta de trabajo habitual en estos menesteres, la máquina de escribir. Sorprende, desde luego, que, a día de hoy, todavía algunos se aferren a determinadas tecnologías e ignoren por completo lo que muchos consideramos herramientas indispensables para el trabajo cotidiano. Comprendo el recelo hacia lo nuevo (aunque hablando de ordenadores personales eso de hablar de nuevo es cuando menos discutible) y, hasta cierto punto, admiro a aquellos que siguen románticamente aferrados a su vieja máquina de escribir que, también es verdad, jamás de los jamases manifestará los comportamientos inesperados, inusuales, caprichosos y , en ocasiones, catastróficos, del personal computer.
Decía que Javier Marías cuenta en su artículo cual ha sido su (casi) primera impresión de Internet. Nada halagüeña, por cierto:
"aquello parece una enciclopedia de vastedad incomparable, pero de calidad muy dudosa y variable"
Y, con matices, claro, habrá que darle la razón.
En Internet hay páginas maravillosas junto a muchas otras que no lo son tanto y al lado de algunas, incluso, realmente deleznables. Pero habría que aclarar que esto no es culpa del medio sino de que potencialmente cada ciudadano de este planeta con acceso a un ordenador y a la Red puede publicar lo que le venga en gana. Y humanos somos muchos, ninguno igual a otro y cada cual con sus ideas, conveniencias y prejuicios.
Cuando uno lleva un tiempo navegando en la RED (y no hace falta mucho ni tampoco ser un gurú de la informática para darse cuenta de ello) se hace su propio mapa en donde figurarán islas y mares tropicales paradisíacos y en este mapa iremos anotando dónde podemos encontrar galernas incontrolables y dónde escollos y arrecifes traicioneros. Se aprende relativamente pronto a reconocer los mares tranquilos de los embravecidos y, con el tiempo, se aprende también en qué puertos guarecerse cuando asoman nubes de tormenta. Más o menos igual que se hace cuando evitamos determinados programas de radio y televisión mientras que otros no los lo perderemos aunque tengamos que sacrificar otras actividades.
El grueso de la crítica de este internauta neófito ha recaído, y lo lamento, en blogs y los foros. Me permito citar sus palabras:
" Hay en este mundo, o eso parece, una desproporcionada cantidad de odiadores, o llámenlos negativistas, resentidos, amargados, venados. No tantos en los blogs o foros en inglés. En esa lengua la gente es más propensa a emitir sus opiniones, a discutir civilizadamente, a pedir una información o aportar otra interesante y útil. En los españoles, en cambio, veo una sobreabundancia de rabiosos y cabreados, de individuos a los que todo parece una mierda,..."
Yo, desde luego, no sé adonde habrá ido el señor Marías a investigar a Internet, en qué páginas y blogs ha recalado, ni quién lo ha guiado en su periplo on line de fin de semana, pero, desde luego y por lo que dice, se ha acercado a zonas y sitios a los cuales ni yo, ni muchos, solemos rondar. Me temo que, en su breve singladura, se ha quedado con lo más negativo, tremendista y apocalíptico de la RED. Es lo que pasa por navegar sin brújula.
Hay, sin embargo, una frase que compartiría si no matizara sus palabras con unos adjetivos que no puedo asumir y que resalto en negrita:
"...lo que más me ha desagradado es el frecuente tono insultante de los comentarios y el veneno que a menudo destilan."
Pienso que no es tan frecuente ni tan a menudo como dice. También parece que el escritor ha descubierto lo que considera una nueva especie digna de reposado estudio, que no resulta tan desconocida para los que llevamos algo más en esto ya que, incluso, la tenemos catalogada de hace tiempo: el maldito y mítico troll.
Coincido en considerar a ésta como una especie repulsiva y desagradable donde las haya y a la que nadie, en su sano juicio, invitaría a sentarse a tomar café en su blog. No sé si se trata, como apunta el autor, de una especie que prácticamente sólo se desarrolla y medra en la blogosfera hispana y que resulta impensable en la blogosfera anglosajona. En todo caso, la máxima que ha de repetirse cuando hacen acto de presencia estos seres maléficos y que debe recitarse para ahuyentarlos se declama en la lengua del inmortal Shakespeare y reza tal que así:
Don't feed the troll.
No alimentes al troll, ignóralo.
Tampoco lo subestimes. Hace poco he tenido la mala experiencia de ver cómo dos buenos blogs que suelo leer han sido pasto del ataque de semejante criatura.
Enrique Dans en La piel gruesa explica cómo ha tenido que aguantar carros y carretas hasta decir basta y tomar la decisión de moderar los Comentarios a su blog.
César Mallorquí ha tenido que vérselas con un impresentable a raíz de la publicación de un inocente Cuento de Navidad. Todavía no ha dicho nada de moderar Comentarios pero podría ocurrírsele en cualquier momento si la tempestad arrecia.
Una de las gracias que tienen los blogs son precisamente las opiniones de los lectores y seguidores del mismo. Ahí se matiza, se amplía, se discute y se enriquece lo que el autor ha puesto encima de la mesa para todos. El debate a veces es vivo, muy dinámico, interesante y adictivo. Una lástima que algunos, ya sea por cuestión de genética hispana como propone Marías o más bien por falta de educación y respeto, cuando no mala baba manifiesta, nos agrien la fiesta a la mayoría y consigan que neófitos digitales nada más abrir determinadas puertas, se encuentren con un panorama desalentador. (Que, también, repito, a saber dónde ha ido y con quién ha estado el que publicó el artículo, que a mi no me suelen asaltar por la noche ...)
Enrique Dans en La piel gruesa explica cómo ha tenido que aguantar carros y carretas hasta decir basta y tomar la decisión de moderar los Comentarios a su blog.
César Mallorquí ha tenido que vérselas con un impresentable a raíz de la publicación de un inocente Cuento de Navidad. Todavía no ha dicho nada de moderar Comentarios pero podría ocurrírsele en cualquier momento si la tempestad arrecia.
Una de las gracias que tienen los blogs son precisamente las opiniones de los lectores y seguidores del mismo. Ahí se matiza, se amplía, se discute y se enriquece lo que el autor ha puesto encima de la mesa para todos. El debate a veces es vivo, muy dinámico, interesante y adictivo. Una lástima que algunos, ya sea por cuestión de genética hispana como propone Marías o más bien por falta de educación y respeto, cuando no mala baba manifiesta, nos agrien la fiesta a la mayoría y consigan que neófitos digitales nada más abrir determinadas puertas, se encuentren con un panorama desalentador. (Que, también, repito, a saber dónde ha ido y con quién ha estado el que publicó el artículo, que a mi no me suelen asaltar por la noche ...)
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