Dice el refrán algo así como que cuando las barbas de tu vecino veas mojar, más te vale que pongas las tuyas a remojar. El proverbio viene a cuento de esta noticia que he visto en El País
así que si nuestros vecinos de más allá de los Pirineos se han pasado al lado oscuro, más vale que nos vayamos preparando para la que nos va a caer: gravamen a cualquier tipo de dispositivo susceptible de almacenar información. En el fondo, a mi corto parecer, no se trata más que de inventar un nuevo "impuesto sobre la transmisión/almacenamiento de información" bajo el pretexto de la amenaza pirata, con el agravante que el dinero recaudado (al menos en este país) no va a la caja general del Estado sino que va a entidades privadas. ¿El mundo al revés? De momento, habrá que darse prisa en pillarse uno de estos artículos antes que se implante esta absurda ley. Por economía y por principios.
Eso, y lo de la patada en la puerta (artículo 17 bis de la LISI, noticia aparecida en Microsiervos), que ampara que una entidad de gestión de derechos, sin autorización judicial, pueda cerrarte una página Web.... son cosas como para ponerte los pelos como escarpias.
Afortunadamente, el mundo real y el mundo virtual están llenos de iniciativas que van en contra de esta marea incomprensible. Aquí mismo, un par de ejemplos:
- En el Weblog de Orsai, la entrada del Artículo ocho, inciso uno, nos invita a leer (y/o descargar) su último libro (que ya debe estar disponible en las librerías) amparados en la más estricta legalidad.
- En Crisei, Comunicado de Manuel Caldas..., se nos cuenta la accidentada historia de una magnífica edición en español del mítico Príncipe Valiente de Harold Foster. La situación en esencia es que un señor portugués puede editar el Principe Valiente en español pero no puede distribuir esta obra en las librerías españolas, de manera que solo le queda la posibilidad de venderlo por correo. Sólo necesita la colaboración de 300 aguerridos compradores para poder saldar costes y poder seguir editando la obra, aún sin ganar un euro por su labor ni él, ni el traductor, ni el autor de la portada.
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