miércoles, 18 de octubre de 2006

Hay días que es que...vaya...

Hay días en que parece que los Hados se burlan de uno. O de una. Más o menos es lo que me vino a decir mi señora cuando llegó a casa después del trabajo, a eso de las tres y media pasadas después de haberse levantado antes de las siete para poder llegar a tiempo al trabajo. No es que esté muy lejos, lo que pasa es que hay ya mucha gente que vivimos a diez kilómetros del trabajo y lo que antes era una desierta y bucólica carretera comarcal que se hacía en quince minutos escasos, ahora se convierte, en horas punta, en una auténtica trampa para conductores. Al final ha decidido llegar media hora antes a trabajar que media hora después.
En fin, que después de llegar a las y pico a comer, empieza a contarme las penalidades del quehacer cotidiano y comienza a relatar algo referido a unos albañiles que le habían dicho algo por la calle.
En ese momento agucé el oído.
Que sí, que hacía tiempo que no le decía nadie nada por la calle y que hoy mismo al ir a desayunar y pasar por delante de una obra (una de tantas, en cualquier calle hay dos o tres) un operario de la construcción que estaba en un andamio le dice a voces a otro que está abajo en la calle que en qué está pensando y que le pase ya la mezcla para los ladrillos, que si está hoy dormido y eso. Y el otro le replica con gestos y a voz en grito:

-Qué todavía está de muy buen ver.

Se supone que no era ni la arena, ni la mezcla ni la termoarcilla las que estaban de buen ver.
Por lo visto, repitio la ingeniosa frase un par de veces más, para ver si mi señora se giraba, que no lo hizo. Y menos mal, porque no sé yo qué reacción hubiera tenido.
Porque lo peor del caso no es, claro, que un albañil te diga algo por la calle y te quedes cortada, no, lo peor es (ya se habrán dado cuenta) ese envenenado y traidor todavía .
¿Cómo tomarse la frasecita de marras?
En fin. Además de todo esto, mi mujer acaba de coger un constipado de esos que te cogen cariño y no te sueltan hasta pasado Mayo. Además, después de contarme todo esto, mientras engullía, le dio tiempo para tomarse el postre y lavarse los dientes y es entonces cuando el primogénito de la familia, oportuno como él solo, empieza a gritarme:

-Papá ¿mamá ha venido?

Eso, después de haber estado los cuatro juntos, más de media hora, en la misma habitación. Pero claro, una estaba comiendo y relatando y el otro estaba a lo suyo, hipnotizado con la tele (Kiterechu, Mirmo y los Héroes al Rescate) sin enterarse de nada.
Ay, señor, si es que hay días que más vale...

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