La televisión es, después del consumo, el otro puntal de esta Nueva Era. No hay nada mejor que, después de un agotador día de trabajo, bañar a los niños, acostarlos, preparar la cena, sentarse en el sillón y coger el mando. Ante nuestros ojos aparecen y desaparecen imágenes hipnóticas y al cabo de un rato, entre bocado y traguito de cerveza, podemos alcanzar el nirvana de la contemplación. Mente en blanco, vacío absoluto. Es así, y no puede ser de otra manera, como consiguen hacernos tragar los productos más mezquinos e insoportables.
Una nueva vuelta de tuerca en eso que llaman, no sé si irónicamente o con total seriedad, “periodismo de investigación” es un nuevo programa que analiza, en forma de documental y varias entregas, la vida de algún famoso. También aquí cabe hacerse la pregunta de qué se entiende en este ámbito por famoso.
Lo que me ha sorprendido no han sido los múltiples escándalos, romances, escarceos, extravagancias, dimes y diretes de estos personajes. Lo que me asombra e inquieta es cómo puede comprimirse la vida de alguien a base de unir recortes de prensa, fotos y vídeos. Todo acontecimiento, por trivial que sea, ha quedado grabado, archivado, fotografiado y filmado. Todos los ingredientes que se han repescado en los archivos se mezclan, se cocinan con más o menos acierto y por último se sirven en la mesa del público voraz.
El Show de Truman cada vez más cerca.
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